Las calladas son las peores Quieta, silente, ensimismada. Si alguien me tomara una foto infraganti, es así como saldría. “Tímida” es la primera palabra que salía a colación si me pedían describirme, hoy optaría por “introvertida”, soy consciente de mi transición. “Las calladas son las peores” es una frase tan injusta como milenaria, cada vez que la escucho mi puño se cierra en descontento y mi boca se abre para plantar un reverendo boche, que siempre germina. Hay cierta intolerancia a las mujeres silentes, se cree que hay un fusil tras nuestra lengua discreta, esperando el momento oportuno para disparar. Nuestra tranquilidad les alerta, nos ven como una especie de caldera que en cualquier momento ha de incendiarse. Somos como un obsequio envenenado, si desatan el listón la maldad saldrá a relucir; pero sobre todo, y que no se olvide porque es el enunciado más común: “La musiquita la llevamos por dentro” . Debo admitir que este último refrán no es tan irritante, los intro...
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